Cuando estábamos listos para la transferencia la doctora que nos atendía tuvo una emergencia médica personal (que aún no sabemos exactamente qué pasó). Nos dieron la opción de esperarla porque no sabían cuánto tiempo podría tardar en volver o viajar a Indiana para continuar. Después de dos meses sin noticias de la doctora, decidimos enviar los embriones a Indiana (al “Indiana Fertility Institute”) para continuar el procedimiento, empezando con la niña no portadora.
Lo que seguía era otra ronda de medicamentos durante varias semanas e inyecciones por unos días antes de la transferencia. Después de todas las punzadas, el día antes de la transferencia viajamos a Indiana, pasamos la noche en un hotel y al día siguiente (21 de enero del 2022) fuimos a la clínica donde el doctor que solo habíamos conocido virtualmente nos atendió. No teníamos mucha idea de cómo funcionaba, nos habían dicho que había que tomar agua para llenar un poco la vejiga, pero al parecer abusamos un poco. El doctor dijo que había que vaciar la vejiga (y empezamos con el estrés). Después de eso todo transcurrió normal, volvimos al hotel y pasamos ese día ahí para descansar. Creemos que de los nervios el medicamento para relajarse antes del procedimiento no estaba haciendo ningún efecto.
Medio en broma hablamos del nombre de Ivy (suena como las siglas en inglés de FIV), pero nos encariñamos y al final se convirtió en una opción seria.
Dos semanas después, recibimos el resultado del análisis de sangre, la hormona del embarazo estaba en 6.55 mIU/ml, demasiado baja, no había embarazo. Fue un momento triste, lloramos a diario por un tiempo, era la única niña que según el análisis no era portadora.
Y así nos despedimos de Ivy.